Se miraron sin mirarse unos instantes, mientras sus sobrehumanos oídos escuchaban los pasos de vampiros decepcionados regresar de entre las sombras del arte de la caza y sus consecuencias.
-Pues, mas alto es decir que quiero cazar al mismísimo Ayato Sakamaki, uno de los dueños de esta mansión.
Creyó notar un leve sobresalto en el contrario, mientras sin delicadeza se bajó una copa completa de la exquisita y cara bebida para luego servirse aun mas.
-De echo, es el único dueño de esta mansión.
-¿Así lo crees?- Miró el vaso vació del contrario.- ¿Quieres mas?
-Si, a ambas cosas.- Sus colmillos blancos sobresalieron de entre toda la bruma, brillantes.
Le sirvió mas champagne.
-Si logras emborracharme, puedo suplantar a ese pelirrojo que tanto deseas.
-¿A si?
-Claro, de echo, últimamente ensayé mi tolerancia al alcohol y he mejorado.
-¿Y porque habrías de ofrecerte?
-Porque me aburro, y soy una persona a la cual no se la puede mantener aburrida.
-Ya veo...
Todos comenzaron a bajar de las escaleras y dirigirse con borrosas expresiones desanimadas o enojadas a sus respectivas y seleccionadas mesas mientras solo un ganador bajaba con la victima ya manchada como el color de su prenda. Una expresión de paz que solo la muerte podría causar, se situaba ya en la que fue una bella joven en vida. El dichoso vencedor lamia el cuello mientras la cargaba como a una princesa escaleras abajo. Entonces, un violín comenzó a sonar en una esquina, mientras la voz que antes había anunciado el inicio de la cacería ahora les decía a todos que podían bailar un hermoso vals en el sector vacío.
"Mézclense, hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres...¡Es Halloween!, una noche donde los que realmente somos fuertes podremos disfrutar cometiendo todos los pecados que queramos."
-Ven, bailemos.- El hermoso morocho se levantó de su silla negra y de patas de bronce y le tendió la mano al pelirrojo, quien aceptó dudoso. -Vamos a divertirnos, y sin alcohol, te quiero consciente.
"Fruhlingsstimmen" sonaba por toda la sala mientras las luces se encendían nuevamente, pero de forma tenue y opaca. Las mascaras bastante grandes sin embargo aun hacían su trabajo de confundir a todos los presentes y no saber quien era quien. La mano de Ruki se situó en la espalda del contrario, una firme pero añorada espalda. Sus manos se juntaron entrelazándose entre si y el vaivén de los pies los hizo danzar por toda la sala en volteretas gráciles y rápidas. Se notaba que el contrario no sabia bailar por su inseguridad, pero que aun así era fácil de guiar. Una mirada molesta por ser el guiado surcó esos ojos verdes como el tallo de una rosa que recién se había percatado de observar. Eran hermosos, llenos de júbilo, seguridad y hasta cierta arrogancia. Luego, el guiado en cuestión dulcificaba sus gestos y se perdía en la mirada azul del morocho quien ya había caído en su encanto.