Mientras esperaba la respuesta se miró en el espejo y comenzó a arreglarse la corbata. Todo había empezado hacía unos días cuando Surt, amigo de su infancia, le mandó una invitación para su cumpleaños. Como tenían amigos en común habría gente conocida en la fiesta, y él tenía intenciones de ir con Milo, por que eran novios hacía un tiempo y quería compartir un momento relajante con él; además de que ya le había dicho que sí a Surt; pero parecía que los planes de Milo no incluían esa fiesta. La verdad era que tampoco le importaba tanto ir, pero le había desconcertado la negativa tan ferviente del otro y quiso presionar para saber sus verdaderos motivos. No creía que Surt lo odiara, aunque sí sabía que tenía interés en él, Milo no era el único que lo había notado.
Camus no se había dado cuenta por las miradas insistentes de Surt o sus palabras, a veces insinuantes, sino porque él mismo se le había propuesto una noche, en la casa de uno de sus amigos en común, Shura. Esa vez Milo no había ido porque trabajaba y Camus fue un rato después de volver de la Universidad. Cuando Surt quiso insinuársele, no se dio por aludido e hizo lo posible por evitarlo, sin ser demasiado obvio. No era que le incomodara, simplemente que Surt era un amigo y no le gustaba recibir ese trato cuando Milo no estaba.
Finalmente, cuando Camus quiso irse y saludó a Shura para volver a su departamento, Surt lo buscó en la puerta y le pidió que se quedara. Camus le había dicho que no podía porque al otro día tenía que ir a una clase muy temprano y ahí fue cuando se desató la propuesta.
"Mañana podríamos vernos después de tus clases, si quieres. Te paso a buscar y vamos… a algún lado"
Sabía bien a qué se refería con "algún lado" y el tono sugestivo no le gustó demasiado. De forma cortés, como él hacía con todo, le dijo que tenía cosas que hacer y se las arregló para introducir a Milo en la oración, así le quedaba claro que tenía a una persona ya en su vida.
De todas formas no le guardaba rencor, era su amigo de la infancia que solo había intentado tener algo con él. Le molestaba un poco que sabiendo que estaba con Milo, aún así le haya propuesto semejante cosa. No importaba realmente, no veía a Surt mucho y nunca le contó eso a Milo por que sabía que era para peor; además de que no había pasado nada malo.
Sin embargo, ahí estaba su amigo, su pareja, su todo, con un gesto de enfado y decepción y eso lo hacía sentir un poco culpable. Giró los ojos maldiciendo a la parte más blanda de su corazón y se sentó en la cama frente al espejo donde se arreglaba. Milo había vuelto de la Universidad hacía unas horas y aún seguía vestido como en la mañana cuando se fue. Lucía muy lindo de esa forma informal y aún con su gesto disconforme.Camus negó con la cabeza, no entendía por qué Milo no podía verlo. Se conocían desde hacía mucho tiempo, antes de que él hubiera conocido a Surt. Aún recordaba a Milo de pequeño, vivía a dos casas de él en el barrio y solían jugar mucho. Sus hermanos eran amigos también y cuando ellos se visitaban los llevaban para que jugaran un rato. Milo y él habían sido uña y carne desde pequeños, no había persona que lo conociera como él, se atrevía a aventurar que ni siquiera su hermano lo hacía, y eso que Dégel era una de sus mejores relaciones afectivas.
Ambos habían ido al colegio juntos, habían hecho travesuras, siempre impulsadas por Milo, como escaparse del colegio cuando eran jóvenes y pasar el día en el parque a la vuelta de su casa; mala idea, por que Kardia y Dégel los encontraron cuando el colegio les avisó a sus padres; o quizá como el día que Milo cumplió años y pasaron la noche en su casa para recibir sus dieciocho. Recordaba como le insistió para beber y fumar un poco. "Solo será una vez Camus, por mi cumpleaños, ¿si?" le había dicho. Total, no iban a salir de su departamento, ¿qué cosa mala podría pasar? No quería pensar en lo mal que se sintió al otro día cuando el alcohol y los efectos de la droga abandonaron su cuerpo y éste recibió de golpe todas las locuras que hicieron esa noche en esas cuatro paredes.
Milo había sido su fuente de cosas incorrectas, pero él era la cosa más correcta que le había pasado en el mundo y no había otra persona que pudiera reemplazarlo. Fue su primer beso, su primera vez, su primer amor y el único hasta sus veinticinco años que tenía. No podía entender como no se había dado cuenta de todo lo que significaba para él.
Suspiró de forma honda y se levantó de la cama. Aflojó su corbata y la tiró sobre ella, quitándose el saco. Milo lo miró desconcertado y ladeó el rostro confundido. Camus no le hizo caso, fue hasta la sala y tomó el teléfono. Llamó y le atendió el contestador.
—Surt, tuve un inconveniente y no podré asistir hoy. Espero que sea una genial noche, te enviaré mi regalo por correo. Saludos.
Milo abrió los ojos con asombro y cuando Camus lo miró casi se sintió culpable por haberle hecho ese escándalo.—Ey, si quieres… —empezó, pero Camus no dejó que t
Mientras esperaba la respuesta se miró en el espejo y comenzó a arreglarse la corbata. Todo había empezado hacía unos días cuando Surt, amigo de su infancia, le mandó una invitación para su cumpleaños. Como tenían amigos en común habría gente conocida en la fiesta, y él tenía intenciones de ir con Milo, por que eran novios hacía un tiempo y quería compartir un momento relajante con él; además de que ya le había dicho que sí a Surt; pero parecía que los planes de Milo no incluían esa fiesta. La verdad era que tampoco le importaba tanto ir, pero le había desconcertado la negativa tan ferviente del otro y quiso presionar para saber sus verdaderos motivos. No creía que Surt lo odiara, aunque sí sabía que tenía interés en él, Milo no era el único que lo había notado.
Camus no se había dado cuenta por las miradas insistentes de Surt o sus palabras, a veces insinuantes, sino porque él mismo se le había propuesto una noche, en la casa de uno de sus amigos en común, Shura. Esa vez Milo no había ido porque trabajaba y Camus fue un rato después de volver de la Universidad. Cuando Surt quiso insinuársele, no se dio por aludido e hizo lo posible por evitarlo, sin ser demasiado obvio. No era que le incomodara, simplemente que Surt era un amigo y no le gustaba recibir ese trato cuando Milo no estaba.
Finalmente, cuando Camus quiso irse y saludó a Shura para volver a su departamento, Surt lo buscó en la puerta y le pidió que se quedara. Camus le había dicho que no podía porque al otro día tenía que ir a una clase muy temprano y ahí fue cuando se desató la propuesta.
"Mañana podríamos vernos después de tus clases, si quieres. Te paso a buscar y vamos… a algún lado"
Sabía bien a qué se refería con "algún lado" y el tono sugestivo no le gustó demasiado. De forma cortés, como él hacía con todo, le dijo que tenía cosas que hacer y se las arregló para introducir a Milo en la oración, así le quedaba claro que tenía a una persona ya en su vida.
De todas formas no le guardaba rencor, era su amigo de la infancia que solo había intentado tener algo con él. Le molestaba un poco que sabiendo que estaba con Milo, aún así le haya propuesto semejante cosa. No importaba realmente, no veía a Surt mucho y nunca le contó eso a Milo por que sabía que era para peor; además de que no había pasado nada malo.
Sin embargo, ahí estaba su amigo, su pareja, su todo, con un gesto de enfado y decepción y eso lo hacía sentir un poco culpable. Giró los ojos maldiciendo a la parte más blanda de su corazón y se sentó en la cama frente al espejo donde se arreglaba. Milo había vuelto de la Universidad hacía unas horas y aún seguía vestido como en la mañana cuando se fue. Lucía muy lindo de esa forma informal y aún con su gesto disconforme.Camus negó con la cabeza, no entendía por qué Milo no podía verlo. Se conocían desde hacía mucho tiempo, antes de que él hubiera conocido a Surt. Aún recordaba a Milo de pequeño, vivía a dos casas de él en el barrio y solían jugar mucho. Sus hermanos eran amigos también y cuando ellos se visitaban los llevaban para que jugaran un rato. Milo y él habían sido uña y carne desde pequeños, no había persona que lo conociera como él, se atrevía a aventurar que ni siquiera su hermano lo hacía, y eso que Dégel era una de sus mejores relaciones afectivas.
Ambos habían ido al colegio juntos, habían hecho travesuras, siempre impulsadas por Milo, como escaparse del colegio cuando eran jóvenes y pasar el día en el parque a la vuelta de su casa; mala idea, por que Kardia y Dégel los encontraron cuando el colegio les avisó a sus padres; o quizá como el día que Milo cumplió años y pasaron la noche en su casa para recibir sus dieciocho. Recordaba como le insistió para beber y fumar un poco. "Solo será una vez Camus, por mi cumpleaños, ¿si?" le había dicho. Total, no iban a salir de su departamento, ¿qué cosa mala podría pasar? No quería pensar en lo mal que se sintió al otro día cuando el alcohol y los efectos de la droga abandonaron su cuerpo y éste recibió de golpe todas las locuras que hicieron esa noche en esas cuatro paredes.
Milo había sido su fuente de cosas incorrectas, pero él era la cosa más correcta que le había pasado en el mundo y no había otra persona que pudiera reemplazarlo. Fue su primer beso, su primera vez, su primer amor y el único hasta sus veinticinco años que tenía. No podía entender como no se había dado cuenta de todo lo que significaba para él.
Suspiró de forma honda y se levantó de la cama. Aflojó su corbata y la tiró sobre ella, quitándose el saco. Milo lo miró desconcertado y ladeó el rostro confundido. Camus no le hizo caso, fue hasta la sala y tomó el teléfono. Llamó y le atendió el contestador.
—Surt, tuve un inconveniente y no podré asistir hoy. Espero que sea una genial noche, te enviaré mi regalo por correo. Saludos.
Milo abrió los ojos con asombro y cuando Camus lo miró casi se sintió culpable por haberle hecho ese escándalo.—Ey, si quieres… —empezó, pero Camus no dejó que t
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