Eso, por un lado, no lo niego. Las carreras no son para aprobarlas; son para disfrutarlas. Pero es que además he aprendido todo un repertorio de cosas útiles por mi cuenta. El primer año me suspendieron en Disección, pero aprendí carpintería; el segundo me colgaron en Fisiología, pero aprendí a cultivar maíz; el tercero caí en Patología y Terapéutica, pero aprendí la cría del conejo y a fabricar cestos de mimbre. Y si hoy naufragara en una isla desierta, yo os juro que sabría vivir solo y a mis anchas mejor que el primer Robinsón.