Pregunta qué libro está leyendo, qué películas ha visto últimamente, si ha ido a un buen concierto. Todas preguntas impersonales que se alejan del tema íntimo, para no ahuyentar a su descubrimiento. Él contesta casi por inercia. La voz le tiembla un poco, porque esas preguntas le hacen daño. Parece temer algo, tal vez romper la extraña ilusión que los envuelve como una red de araña fina, perfecta y letal, pero frágil. Habla de libros, de música, de óperas. No dice nada que pueda comprometerlo, nada que no diría en una situación normal.Luego de cuatro pintas y dos tazas de té suelto pagan. Cada uno una cuenta aparte. Se enfundan en los abrigos y bufandas antes de lanzarse al helado exterior. El frío es intenso, para él que no estaba acostumbrado a esta temperatura, debe ser insoportable. Bien.Caminan a un buen metro de distancia. Es un mudo acuerdo, un temor a tocarse y arruinar lo que ya no tiene solución ni arreglo. Albafica duerme en un modesto apartamento bien amueblado. Hay hileras y más hileras de libros, todos manoseados mil veces. Manigoldo pregunta por los libros, si los ha leído todos. Sin mirarlo Albafica le dice que le pertenecen a un amigo.-El apartamento es de él.No tiene idea de qué hacer. ¿Cómo manejarse ahora? Hace café, uno fuerte, amargo como el nudo en su garganta. Manigoldo lo toma con sed. El frío se ha colado al piso, la calefacción toma su tiempo. Manigoldo le dice que no importa, refugiándose en su abrigo.Una sola frazada, es todo. El sofá tiene dos cómodos cojines. Ahí duerme Manigoldo, acurrucado como puede en el pequeño espacio, sus pies sobresaliendo del brazo. No se ha quitado la chaqueta aunque la calefacción empieza a hacer el lugar más soportable. Se ve como un chico, menudo y tranquilo en un sueño que debió ser huidizo hasta hoy, hasta que lo encontró. Pero no cabe en el sofá, puede ver sus entradas y la sombra de una barba mal afeitada. Su frente no tiene una sola arruga: el sueño es feliz. El café de Albafica se enfría, olvidado junto a los papeles esparcidos sobre la mesa. Él apaga las luces, entra a su habitación, cierra la puerta y se desliza por ella hasta el piso, un peso muerto.Quiere morirse.Afuera ha empezado a llover.***Manigoldo está despierto temprano a la mañana siguiente. La barba de la noche anterior ha ganado terreno, hay café recién hecho a la usanza italiana y se entretiene leyendo un libro cualquiera. Albafica no lo reconoce. Le da los buenos días en un tono afable, como si no hubiese regresado de un pasado bien enterrado, removiendo la tierra como un saqueador de tumbas. Él contesta por inercia nuevamente. Se da cuenta de que ha hablado en griego.-Dante tiene lo suyo, ¿verdad? No me canso de leerlo.La Divina Comedia, el libro favorito de Manigoldo, un libro que recitaba casi de memoria y le había susurrado mil noches, como Sherezade. En la espalda lleva tatuada la inscripción de la puerta al infierno: Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate, “Abandonen toda esperanza, aquellos que entren aquí”.Se sabía el tacto de cada letra de memoria.
Pregunta qué libro está leyendo, qué películas ha visto últimamente, si ha ido a un buen concierto. Todas preguntas impersonales que se alejan del tema íntimo, para no ahuyentar a su descubrimiento. Él contesta casi por inercia. La voz le tiembla un poco, porque esas preguntas le hacen daño. Parece temer algo, tal vez romper la extraña ilusión que los envuelve como una red de araña fina, perfecta y letal, pero frágil. Habla de libros, de música, de óperas. No dice nada que pueda comprometerlo, nada que no diría en una situación normal.<br><br>Luego de cuatro pintas y dos tazas de té suelto pagan. Cada uno una cuenta aparte. Se enfundan en los abrigos y bufandas antes de lanzarse al helado exterior. El frío es intenso, para él que no estaba acostumbrado a esta temperatura, debe ser insoportable. Bien.<br><br>Caminan a un buen metro de distancia. Es un mudo acuerdo, un temor a tocarse y arruinar lo que ya no tiene solución ni arreglo. Albafica duerme en un modesto apartamento bien amueblado. Hay hileras y más hileras de libros, todos manoseados mil veces. Manigoldo pregunta por los libros, si los ha leído todos. Sin mirarlo Albafica le dice que le pertenecen a un amigo.<br><br>-El apartamento es de él.<br><br>No tiene idea de qué hacer. ¿Cómo manejarse ahora? Hace café, uno fuerte, amargo como el nudo en su garganta. Manigoldo lo toma con sed. El frío se ha colado al piso, la calefacción toma su tiempo. Manigoldo le dice que no importa, refugiándose en su abrigo.<br><br>Una sola frazada, es todo. El sofá tiene dos cómodos cojines. Ahí duerme Manigoldo, acurrucado como puede en el pequeño espacio, sus pies sobresaliendo del brazo. No se ha quitado la chaqueta aunque la calefacción empieza a hacer el lugar más soportable. Se ve como un chico, menudo y tranquilo en un sueño que debió ser huidizo hasta hoy, hasta que lo encontró. Pero no cabe en el sofá, puede ver sus entradas y la sombra de una barba mal afeitada. Su frente no tiene una sola arruga: el sueño es feliz. El café de Albafica se enfría, olvidado junto a los papeles esparcidos sobre la mesa. Él apaga las luces, entra a su habitación, cierra la puerta y se desliza por ella hasta el piso, un peso muerto.<br><br>Quiere morirse.<br><br>Afuera ha empezado a llover.<br><br>***<br><br>Manigoldo está despierto temprano a la mañana siguiente. La barba de la noche anterior ha ganado terreno, hay café recién hecho a la usanza italiana y se entretiene leyendo un libro cualquiera. Albafica no lo reconoce. Le da los buenos días en un tono afable, como si no hubiese regresado de un pasado bien enterrado, removiendo la tierra como un saqueador de tumbas. Él contesta por inercia nuevamente. Se da cuenta de que ha hablado en griego.<br><br>-Dante tiene lo suyo, ¿verdad? No me canso de leerlo.<br><br>La Divina Comedia, el libro favorito de Manigoldo, un libro que recitaba casi de memoria y le había susurrado mil noches, como Sherezade. En la espalda lleva tatuada la inscripción de la puerta al infierno: Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate, “Abandonen toda esperanza, aquellos que entren aquí”.<br><br>觸摸知每個字母的記憶。
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